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4 de febrero de 1972

Ricardo Saldarriaga sacerdote San Bernardo de los Farallones 1972b
El padre Ricardo Saldarriaga, quien después de la penosa marcha por la selva logró llegar hasta los restos del avión 661, con el propósito de rescatar a los cadáveres de las víctimas, es abrazado a su regreso por otro religioso, culminando su proeza con total éxito. (Foto de Jorge Parga).

Habla el cura héroe: “con las uñas llegamos al cerro”

CIUDAD BOLÍVAR, 3. (Del enviado especial Harvey Ocampo). “Con las uñas, por espacio de diez días y buena parte de ellos sin alimentos, pero especialmente agotados por la sed, llegamos hasta ese inaccesible lugar”. “Pero por favor, señor periodista, yo no soy un héroe… Soy un servidor de la comunidad”.

Con tales palabras, entrecortadas por el agotamiento, el sueño y el hambre, el padre Ricardo Saldarriaga se dirigió a este enviado especial de EL TIEMPO, que lo entrevistó segundos después de bajar del helicóptero en el cual también se transportaron los restos de Monseñor Valencia Cano.

Ricardo Saldarriaga sacerdote San Bernardo de los Farallones 1972 bajando de avión
El sacerdote Ricardo Saldarriaga, barbudo y vestido con buzo, un sencillo pantalón y calzado con tenis, desciende del helicóptero que rescató algunos cadáveres del cerro de San Nicolás. (Foto de Parga, para EL TIEMPO).

El padre Saldarriaga presidió la única comisión terrestre que llegó -venciendo serios peligros- hasta el propio sitio en donde se estrelló la nave militar de Satena. Ricardo Saldarriaga, sacerdote de larga cabellera y con barba que podría confundirse con la de cualquier hippy, es ya veterano en operaciones de rescate, puesto que fue uno de los primeros en llegar hasta el sitio en donde se accidentó la avioneta del industrial Omar Trujillo.

“No hay cosas imposibles, sino hombres incapaces”, dijo el sacerdote mientras pedía a las numerosas personas que lo abrazaban, que le alcanzaran cualquier líquido para beber. “Solamente he tomado agua sucia y comido pedacitos de panela”.

En sus manos y piernas se notaban aclaramente las heridas producidas en las difíciles operaciones de ascenso y descenso en el arisco cerro de los Farallones del Citará. Su vestuario (una camisa, suéter y pantalón de dril) no podría decirse qué color tenía en su estado primario, pues estaba totalmente cubierto de tierra… “Es de color mugre”, indicó.

Luego de bajar del helicóptero y señalar que allí estaban los restos mortales del monseñor Valencia Cano, EL TIEMPO abordó al sacerdote.

“Tengo hambre, pero especialmente sed y mucho sueño”, se limitaba a decir. No obstante, en la casa cural -a donde lo acompañamos a que desayunara-, solamente pudo probar un bocado de un suculento plato de huevos que le sirvieron. “Ya no puedo comer”.

En su cabeza portaba el gorro militar del piloto del avión 661, mayor Juan Eduardo Lozano Delgadillo. “Este gorro me lo regalaron para que me cubriera del frío, pero me queda muy pequeño”. Gentilmente, y debido a la insistencia de este reportero, el joven sacerdote accedió a conversar, pero continuamente señalaba: “Déjeme descansar un rato. Tengo mucho sueño”.

-¿Cuáles fueron los máximos inconvenientes que encontró para llegar al sitio del accidente?

-Hombre… Pues el hambre y la sed.

Quince en peligro

-¿Cuántas personas quedan en el cerro?

-Aproximadamente, unas quince. Es urgente que se les envíe agua y alimentos pues todos corren peligro.

A continuación, el padre Saldarriaga hizo un relato de la expedición que procedió, así:

“Salimos hace diez días. En aquella ocasión tomamos un rumbo equivocado y nos sentimos perdidos. Pero afortunadamente encontramos el regreso. En Farallones se organizó otra misión terrestre, pero yo había dicho que no iba. Los baquianos expresaron que no saldrían sin mí, debido a las experiencias que obtuve cuando el rescate de Omar Trujillo… Aquello fue más fácil”.

La entrevista era continuamente interrumpida por sacerdotes y oficiales, además de personas que llegaban a felicitarlo. El párroco de Bolívar le ofrecía comida y refrigerios, pero, pese a la sed y al hambre, solamente los miraba y trataba de probarlos. “A mi estómago se le olvidó que necesita comida”.

El padre Ricardo Saldarriaga antes y después de la odisea
EL HÉROE: Antes y después de la odisea.

Saldarriaga continuó: “Las fechas prácticamente ya se me salieron de la cabeza. Lo cierto es que penetramos nuevamente la selva. Ya dentro era difícil pensar en el peligro. El anhelo era llegar hasta donde se encontraba mi nunca olvidado superior, monseñor Gerardo Valencia Cano”.

Con dos confites

– ¿Con qué provisiones salieron?

-Para un día solamente, pero especialmente con dos confites… Esta labor era material y humanamente imposible… La manigua nos cortaba la ropa y el cuerpo, pero solamente en este momento me duelen las heridas.

-¿Cuántos días duraron las provisiones?

-Como seis días. También había que olvidar que teníamos hambre.

“Personalmente me daba bastante pena dejar allá arriba, olvidados, los cadáveres de monseñor Valencia Cano y demás víctimas. Teníamos que llegar, no podíamos retroceder un paso. A pesar de que en varias ocasiones nos habíamos perdido, nuestra mirada imaginariamente estaba dirigida hacia el sitio de la tragedia”.

Saldarriaga agregó: “A veces dormíamos, pero cuando intentábamos cerrar los ojos, teníamos pesadillas, y lo mejor era no dormir”.

Respecto a la forma como sobrevivieron con innumerables peligros en la selva y en el cerro, señaló: “Tomábamos una especie de agua que se conserva en las hojas de una planta llamada “cardo”… Es agua sucia, pero al fin y al cabo un líquido, y en ocasiones nos servía hasta para hacer agua de panela”.

Por abismos

“El ascenso al cerro lo comenzamos con muchos peligros. Nos amarrábamos con cualquier cosa, sin mirar hacia el fondo del peñasco. Fue un ascenso con las uñas y agarrándonos a las ramas que tenían mayor consistencia. ¿Ve estas heridas?… Pues son producidas por esas ramas”.

El sacerdote expresó, después de escanciar un vaso de agua, que “me vi muerto en un momento dado, cuando me resbalé de una roca”.

– ¿Y la comida que les enviaban desde helicópteros por intermedio de comisiones?

– No nos llegaba y demás, las comisiones que la traían tenían que comérsela, pues sus integrantes estaban en le mismo peligro que nosotros”.

El sacerdote dijo que se estaba cometiendo un error con la salida de otras comisiones terrestres, debido a los peligros que deben afrontar para poder llegar hasta ellos.

Primer indicio

– ¿Cómo se dieron cuenta de que estaban cerca del sitio de la tragedia?

– “Lo primero que encontramos fue un pañuelo con las iniciales de la religiosa Celina Bravo. Esto nos produjo alivio. Este pañuelo lo encontramos el domingo, a las 11 del día, y veinticuatro horas después ya encontrábamos por el camino partes del avión y de los pasajeros. Muchas de las cosas estaban quemadas. Nosotros subimos hasta la cúspide de San Nicolás y desde allí comenzamos a ver los destrozos”.

“Desde la cima hasta el lugar donde se estrelló el aparato tuvimos que descender por lo menos doscientos metros, operación que realizamos con la ayuda de lazos. Ya en el sitio, encontramos al Manual de Vuelo, el cuchillo del piloto, el maletín de monseñor Valencia Cano y otros objetos personales. Con estas pruebas enviamos dos emisarios a Ciudad Bolívar, donde comunicaron el hallazgo. Con los baquianos también envié una nota escrita la respaldo de una cajetilla de cigarrillos”.

– ¿Los cadáveres se podían identificar?

– Era difícil, debido a que muchos de ellos estaban mutilados y otros quemados, pero de todas maneras muchos se pueden identificar”.

En relación con el hallazgo de los despojos del Vicario Apostólico de Buenaventura, dijo: “Lo pude identificar de los demás cadáveres por el cuello de la camisa que utilizamos los sacerdotes. A un lado estaba su maletín. En los bolsillos del pantalón le encontré seis pesos y un pañuelo con sus iniciales, las mismas de su ropa interior”.

Ascenso nocturno

– ¿Cómo hicieron para bajar el cadáver de monseñor?

– “En las horas de la noche. Los huesos se nos helaban por la baja temperatura. Aprovechamos la luz de la Luna para bajar el cadáver de monseñor Gerardo Valencia Cano, el cual amarramos y bajamos por medio de cables. Fue un trabajo bastante difícil”.

El cadáver de monseñor Valencia Cano, según lo pudo observar este periodista, estaba conservado y presentaba una herida en el cráneo. Es perfectamente identificable.

– ¿Qué otra persona identificaron?

También identificamos los cadáveres del sacerdote Eutimio Múnera, el cual no pudimos bajar porque pesa mucho. También a la tripulación y a una religiosa.

Volverá al sitio

El sacerdote Saldarriaga expresó que regresará al cerro de San Nicolás para continuar colaborando en el rescate de las demás víctimas. Ricardo Saldarriaga dijo: “En un momento llegamos a pensar que nos abandonarían en ese apartado y peligroso lugar”.

Igualmente anotó que había hecho una promesa cuando se encontraba en la cúspide del cerro: “Si no encontramos los restos, me dejo crecer la barba, y si los hallamos, me corto el pelo y la barba”. Esta narración fue aplaudida por quienes rodeaban al padre Saldarriaga.

Esta entrevista, exclusiva, fue interrumpida cuando las campanas tocaban a duelo y llamaban para la misa concelebrada, en la cual tomó parte el sacerdote Ricardo Saldarriaga, con sus ropas sucias y calzando zapatos tenis.

Transporte restos monseñor Gerardo Valencia Cano
Voluntarios, militares y sacerdotes trasladan en una bolsa de polietileno los restos de monseñor Gerardo Valencia Cano, vicario apostólico de Buenaventura, que fueron los primeros rescatados ayer. (Foto de Parga, para EL TIEMPO).

Arenga anapista al arribo de restos de obispo a Medellín

MEDELLÍN, 3. (Por Jaime González Restrepo). Una abigarrada multitud recibió esta noche los despojos mortales de monseñor Gerardo Valencia Cano, vicario apostólico de Buenaventura, en medio de patéticas demostraciones de dolor.

Pese al fervor demostrado por las gentes de esta capital, dirigentes del movimiento de Alianza Nacional Popular trataron de capitalizar la situación, haciendo arengas demagógicas para enardecer al pueblo. La actitud de este movimiento fue acremente criticada por el sacerdote Vicente Mejía, del grupo de Golconda y uno de quienes participó en la búsqueda del avión de SATENA accidentado en el cerro de San Nicolás.

La forma irreverente como dirigentes anapistas trataron de hacer política en medio del dolor de las gentes, fue rechazada de plano por la ciudadanía. Los anapistas se hicieron presentes portando banderas de su movimiento y gritando vivas.

Ante el rechazo de las gentes no tuvieron más remedio que “perderse” del Barrio Ferrini, en el occidente de Medellín, en donde fue colocado en cámara ardiente el féretro con los despojos mortales de monseñor Gerardo Valencia Cano, en la parroquia de Emaús.

Millares de personas se apretujaban vanamente esta noche ante las puertas del convento de misioneros de Emaús para tratar de penetrar hasta la capilla y ver de cerca el catafalco con el cadáver de monseñor Valencia Cano. Varios cordones de agentes de la policía debieron ser ubicados estratégicamente, para podre controlar el ingreso de las gentes hasta el sitio en donde fue colocado el ataúd con el cadáver del ilustre prelado colombiano.

Para mañana se anunció la celebración de una misa concelebrada en la parroquia de Emaús, para luego transportar por la vía aérea el féretro que contiene el cuerpo de monseñor Valencia Cano hacia Buenaventura, en donde será sepultado en la catedral. La misa se cumplirá a las nueve de la mañana.

El padre Gabriel Gil, del grupo de Golconda, al ser consultado por EL TIEMPO sobre el rechazo de ese movimiento a la curia arquidiocesana de Medellín para colocar el cadáver del obispo desaparecido en la Basilica Metropolitana, manifestó: “Considero que los homenajes que ofrece la jerarquía eclesiástica no son sinceros. Monseñor Valencia Cano nunca contó con su apoyo”.

Llegarán el viernes

BUENAVENTURA, 3. – (Por Hernán Caicedo Cáceres). – Al mediodía del viernes llegarán al puerto los restos mortales de Monseñor Gerardo Valencia Cano, vicario apostólico. El padre Jesús Antonio Ruiz, párroco de la iglesia catedral de San Buenaventura y encargado del vicariato, confirmó la llegada.

El sacerdote Ruiz informó que le féretro llegará a la una de la tarde a bordo de una nave de la FAC, procedente de Medellín. En el propio aeropuerto se organizará un desfile fúnebre automotor hasta el retén de la salida de la Carretera al Mar. De allí proseguirá un desfile a pie, en el que participarán millares de personas.

Sepelio

La curia local acordó que el sepelio se efectuará el domingo a las 12 meridiano. Numerosas personalidades del interior del país asistirán a los funerales.

El presbítero Antonio Vásquez, uno de los primeros sacerdotes que trajo a Monseñor Valencia Cano a este puerto para iniciar su obra evangelizadora, en 1965, llevará la palabra en representación de la Iglesia, durante las exequias.

El helicóptero sufrió accidente

FARALLONES, Antioquia, 3. (Por Harvey Ocampo). – Aparatoso accidente sufrió el helicóptero “Bell” N°247, al mando del teniente Henry Betancur Patiño, cuando adelantaba las labores de izamiento de los cadáveres del avión de “Satena”, en el cerro de San Nicolás.

Tal como lo alcanzó a informar exclusivamente EL TIEMPO, el aparato en mención fue el primero en lograr un aterrizaje forzado a escasos metros de la zona del desastre. La nave sufrió algunas averías de consideración, pero el veterano piloto logró salir ileso.

Para mañana viernes se espera la llegada de los equipos necesarios para adelantar la reparación del helicóptero, que ha adelantado extraordinaria labor en el rescate de las víctimas. Esta noche, EL TIEMPO logró precisar que en la tarima levantada para la construcción del helipuerto hay ya 18 cadáveres listos para ser trasladados, mañana viernes, a primera hora a la ciudad de Medellín. El único cadáver que ha sido izado es el de monseñor Gerardo Valencia Cano.

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